lunes, 23 de enero de 2012

Elegía al Maestro Jaime Angulo Bossa



“Quiero ahora hablar de los maestros. Yo he tenido maestros, admiro a mis maestros. No creo en mis maestros. Los admiro. La admiración es un sentimiento sano, nos purifica, nos expande, nos potencia. Hay que saber admirar, es lo contrario de la envidia. Yo tengo maestros. ¿Qué es un maestro? Mis maestros no se enteraron que yo soy su discípulo. Un discípulo inventa a sus maestros, unge a sus maestros. Un profesor no es un maestro, pero puede serlo.
Tomás Abraham


Entré al salón y aunque le pedí que no se molestara, suspendió su comida para saludarme. Aquel hombre elegante y pulcro, de camisa blanca de manga larga y pantalón de tirantas, de bigote muy bien arreglado y de modales impecables; se colocó en pie, nos saludamos como dos viejos amigos e inmediatamente me invitó a tomar asiento y a pedir algo qué comer. 

“Me disculpará usted Maestro Jaime, es que estoy en ramadán” –le dije. 

“¡Con que eres musulmán!” –añadió con una leve sonrisa mientras observaba el kufi –blanco si mal no recuerdo- que llevaba ese día. 

Asentí con la cabeza y antes de que pudiese pronunciar palabra alguna me dio tres golpecitos en el brazo y dijo: 

“¡Estoy de acuerdo inclusive con los musulmanes! ¡Jesús puede ser guerrillero, maestro, hippie o incluso Profeta! …pero cuando lo vuelven Dios la cagan.” 

Evidentemente no fue lo más halagador que pude haber escuchado, pero su franqueza me impresionó desde que nos conocimos. 

Así era, o por lo menos así recuerdo al Maestro Jaime Angulo Bossa. Probablemente sus posiciones lograron incomodar a más de un acomodado, pero a sus gestos de franqueza, verticalidad y coherencia le debemos mucho.

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