miércoles, 25 de septiembre de 2013

El eslabón

Publicado en: Ola Política
Por Juventud Liberal Socialdemócrata
Comité Ideológico

No basta con abrir los ojos para despertar, hacerlo cada mañana y advertir la impotencia para buscar soluciones a problemas que uno mismo no ha creado es el reto del individuo moderno. Muchas de las vivencias diarias están más allá del alcance de nuestra comprensión y manejo. Y sin embargo, es impresionante la multiplicidad y la diversidad de formas a las que se recurre para sortear aquello que llamamos «la vida cotidiana». Basta con visitar un par de semáforos citadinos para encontrar la más sólida evidencia de ello.

Desde el desempleo, las deudas y la inseguridad, pasando por la depresión y la ansiedad, hasta llegar al espacio para caminar o la zona verde... todo pasa por esferas a las que difícilmente tienen acceso aquellas personas que podemos convenir en llamar «del común», aunque éstas se vean directamente afectadas por aquéllas.

¿Entonces al alcance de quién están las grandes decisiones? ¿De Dios? Probablemente, pero con certeza sabemos que los altos círculos del poder humano si no determinan, al menos condicionan los grandes, pero por ende también los aparentemente pequeños, acontecimientos.

Desde que con voz aguda pero triunfante César Gaviria proclamó: «¡Colombianos, bienvenidos al futuro!» nos introdujo —entre otras cosas— en la apertura económica, puerta principal del neoliberalismo que desde entonces ha tenido más cómodas bienvenidas para otros que para los colombianos.

La advertencia desde los gremios entonces y desde la socialdemocracia siempre, ha sido la misma: apertura sí, pero gradual y selectiva. Sin embargo el neoliberalismo ha tenido una ingente capacidad de perseverar en el error. Gradual y selectiva, esto es: no del todo ni de sopetón, sino de algunos productos y poco a poco, para dar tiempo de adaptación al cambio y evitar la crisis.

¡La crisis!: esa palabreja de moda que se utiliza como comodín para salir de las situaciones sin hacerles frente. El problema, parafraseando a Zygmunt Bauman, es que ante ella (la crisis) se busca, por regla general, restablecer la normalidad sin percatarse de que es precisamente conservar la normalidad lo que ha llevado a la crisis.

Atreverse a lo diferente es la apuesta de la socialdemocracia prestando particular atención al equilibrio, ya no de las fuerzas del mercado (oferta y demanda), sino de la igualdad y la libertad. Que en una sociedad no prevalezca la una en desmedro de la otra parece un desafío difícilmente alcanzable: no con poca regularidad la una se ofrece en sacrificio a la otra.

¿Entonces cuál es el eslabón que hace falta para articular estos valores sin echar a rodar cabezas en nombre del uno o del otro? ¡Liberté, égalité, fraternité ou la mort! (¡Libertad, igualdad, fraternidad o la muerte!) era la consigna del contrato francés de 1793. Hoy, en el contexto que nos atañe —a doscientos veinte años y a más de ocho mil kilómetros de París— la socialdemocracia está en capacidad de proclamar Liberté, égalité, fraternité et l’amour (¡Libertad, igualdad, fraternidad y amor!). Esa es precisamente la propuesta-apuesta de la Juventud Liberal Socialdemócrata.

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