martes, 13 de noviembre de 2012

Valentina


Conocí a Valentina1 en el hospital psiquiátrico. Yo intentaba salir de una más de mis crisis psicóticas y ella se curaba de una depresión mayor. No era una labor fácil, pero a medida que me permitía acercarme a ella recordaba la sentencia de Fuad –el personaje de El tigre y la nieve– a Atilio: “Cada persona es un abismo. Te marea mirar adentro”.
Valentina es una de esas personas que te estremecen la vida sin proponérselo y sin saberlo. En poco más de dos décadas de vida sus desgarradores relatos incluían tres violaciones, una viudez, dos esposos – cada uno de los cuales casi triplicaban su edad–, una familia humilde, una niñez poco amable y una sarta de tragedias que prefiero no recordar. Aún hoy no dejo de preguntarme cómo puede alguien soportar tanto. A estas alturas Valentina tenía tres hijas y una vida conyugal de maltrato despiadado. Y cuando digo despiadado lo hago en todo el sentido de la palabra.
Valentina se convenció de que no tenía por qué seguir tolerando a un maltratador y además abusador, bastante había resistido ya. Una vez salió del hospital se fue a vivir con la familia de su madre, empezó a terminar la primaria, consiguió una pareja y hacía trabajos aquí y allá para obtener algunos pocos ingresos.
Sin embargo, la presión por punta y punta era insoportable. Por un lado, no dejaba de recibir llamadas amenazantes de su anterior pareja que incluso llegaron a mencionar a su actual novio; y por otro lado, la árida y hostil situación económica así como las dificultades que acarreaba su evidente condición desventajosa por donde se le mire, la hacían pensar de vez en cuando en retornar a su antigua vida. Al menos en ella tenía seguros los tres golpes y hasta más.
Finalmente Valentina claudicó, no pudo más. Regresó a su antigua vida con sus hijas, sus maletas y los reproches de su familia, los psicólogos, los psiquiatras, el cura, el perro y el gato. “Es que ella no aprende”, decían.
No me atrevo a juzgar a la valiente Valentina, sus condiciones son demasiado adversas como para siquiera imaginarlas, pero tengo la certeza de que volverá a intentarlo. Y pese a que verdaderamente no puedo decir si aprendió o no, sí puedo afirmar que me ha enseñado mucho. Valentina: una mujer fuerte y valerosa buscando oportunidades donde no las hay.
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1. He alterado su nombre.

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